LA «BUENA GENTE» DEL PATRIARCADO

Me ha dado una especie de yuyu reflexivo que consiste en pulsar el botón de centrifugado de ideas sobre qué y quiénes son (somos), en lo cotidiano, esa “buena gente” del patriarcado. Supongo que esto se debe a que creo que, más allá de poder identificar elementos patriarcales a nivel político, necesitamos señalarlos a nuestro alrededor para su posterior combate. Así que con este texto me dispongo a compartir mis mediocres reflexiones al respecto. 

Entiendo que no ha de tratarse solo de señalar actitudes, habrá que combinar éstas con discursos, gestos, simbologías, ideas, acciones, contextos y situaciones que, inconscientemente, esbocen rasgos patriarcales que surgen a veces de forma individual, otras grupal y otras que están en el orden que le proporcionamos a las cosas, en el ambiente y en el sustrato de lo que acontece. 

El tema se complejiza aún más a partir de lo que yo voy a bautizar como “la entrega patriarcal”, donde damos con excelente gente que lo da todo y otra más prudente o menos visible; así como otra buena gente que intenta corregirse al detectar en su “estar” (caminar, habitar, ser…) rasgos de eso que criticamos y señalamos como toxicidad patriarcal. 

Podríamos quizás empezar a identificar a partir de la combinación de elementos más o menos patriarcales que finalmente dé con gentes de actitudes comprometidas en lo comunitario, mientras que otras apuestan por el YO, y LO MÍO. 

A no ser que topemos con un cenutrio pro-neandertalista (que haberlos, haylos), no concibo una representación clara del patriarca, o la patriarca. Muy al contrario, aparecen con distintas ropas, estilos, formación y profesión, género y orientación sexual, coincidiendo grosso modo en una cosmovisión de la vida más o menos (bastante, tremendamente, algo…) limitada. Niegan lo complejo, necesitan respuestas simples y se resisten al esfuerzo que supone replantearse mínimamente. La habilidad de escucha la tienen anulada y el concepto de sí mismos por las nubes. Los contextos y situaciones en los que se dan golpes de pecho pueden ser muy distintos, aunque como suelen saber de todo y con LA RAZÓN y LA VERDAD por delante, se visibilizan mucho en las discusiones sobre temas polémicos de carácter social y político. 

En este rollo patatero no hay ideologías desde el momento en que el patriarcado educa a la derecha, tanto como a la izquierda, amén de todo el espectro ideológico incluyendo las supuestas “ideologías de centro” que alguien me dirá si las ha visto por algún sitio… Así que identificar patriarcas solo en votantes de VOX, Ciudadanos o PP es cuando menos erróneo. 

En mi nueva tesis de pacotilla, tampoco hay sexos más o menos patriarcales porque tan patriarcas pueden ser cuerpos con pene, como otros con vagina, lo cual hace que cada vez vea más claro la diversidad también dentro de eso que el feminismo cultural ha denominado LA MUJER. Orgullo patrio de buenas mujeres que bien patriarcalmente pretenden impedir el reconocimiento de derechos reclamados históricamente por colectivos concretos, autoproclamándose únicas representantes de un movimiento social de más de cien años con multiplicidad de líneas de pensamiento y acción, algunas de ellas en las antípodas de sus propuestas, y limitando al SUJETO FEMINISTA al mínimo. 

Empiezo a notar que me estoy animando porque inicialmente solo pretendía señalar actitudes altamente irritantes en buenas gentes atrapadas en un individualismo malsano, que constriñe sus cabecitas manteniéndolas al margen de la idea de que su “libertad” acaba allá donde empieza la mía. Me refiero a buena gente que, por ejemplo, baja y sube por las escaleras desde un cuarto piso a sus queridos canes (nótese el plural) a golpe de ladridos, no importa a qué hora del día o la noche. Buena gente que deja que sus churumbeles, peques adorables de gargantas bien sanas, berreen y corran jugando a rienda suelta en un restaurante animando al resto de comensales a bendecir no haber sido padres (desde luego no ese tipo de padres). Buenísima gente al volante o manillar, cuyos cláxones o explosión de motores curiosamente funcionan a modo de prolongación de sus penes (esto sí suele ser más monosexo masculino), por no hablar de la excelente música a toda leche que generosamente comparten con sus respectivas conciudadanas. Respetuosísima gente para quienes las colas de los mercados no existen, otras (o las mismas) que saltan al autobús como si estuvieran en una carrera velocista en la que compiten con quienes llegaron antes. No podemos olvidar a esos queridos ciudadanos que circulan por las aceras veloces, rizos al viento, en sus monísimos patinetes eléctricos, o bicicletas, sin tener en cuenta al mundo peatonal que camina despistadamente o con problemas visuales que les impiden verlos venir. Y cómo no (y entre muchos más ejemplos), esa maravillosa gente que abiertamente expresa la urticaria mental que le produce la palabra “impuestos”, al mismo tiempo que exigen autopistas sin peajes, critican el deterioro de la educación, e ingenuamente esperan un sistema sanitario preparado para atenderles con calidad y de forma preferente (la cosa va ya por dos meses de espera mínimo) cuando enferman ellos o LOS SUYOS. 

Efectivamente, lo suyo y los suyos, son conceptos que elevan a un nivel cercano a la idolatría. Siendo como son pésimos pagadores, no les duelen prendas en insultar a quienes no sean de su cuerda para seguidamente llamar “radicales” a los demás. Su pensamiento es elevado al nivel del PENSAMIENTO. Sus ideas, son las IDEAS. Su orden es el ORDEN, y todo lo demás es despreciablemente anticonstitucional, facha, antipatriota, fascista, progre-feminista-comunista, beata-pija-demierda, guarra o maricón (perdío o a punto de perderse ya pa´los restos). A menudo, varias de dichas lindezas van juntas y, en otras ocasiones, graduadas en un cúmulo de sinsentidos cuya lógica no hay por donde pillarla, aunque les encante hablar del “sentido común”. 

Con estas mimbres, se puede dar con buena gente que a priori sitúas en el presente septiembre de 2021, para diez minutos después retro-situarla con toda tranquilidad en 1979, momento en el que cristalizó su adolescente cerebro y ya poco se movió de ahí. En este caso, no nos queda otra, para entender de qué va la vaina, que practicar el ejercicio de cambiar parámetros históricos pues, de lo contrario, el mejunje mental y la desconexión están garantizadas. 

Importante es señalar también que esta buenísima gente suele “hacer piña”. Están en las redes y muy al día en el retuiteo y reenvío de pseudo-información, acción que sustituye a la lectura al tiempo que suprimen de su particular Real Academia de Lengua Española, y muy española, los verbos “analizar”, “contrastar”, “profundizar” o “reflexionar”. Por supuesto, de debatir con malas gentes distintas a su cuerda ni hablamos, porque la falta de argumentos a menudo acaba elevando el tono para, a continuación, instalarse aún más fuertemente en sus certezas de youtube, instagram o wikipedia. 

Este tipo de patriarcas es el que necesita el capitalismo neoliberal que tiene al planeta cogido por el cambio climático (o sea, los cojones del planeta Tierra). Al orden del día también en la actual socialdemocracia, y no digamos en los regímenes comunistas vigentes en distintos países del globo azul (cada vez más oscuro). El individualismo predador que padecen, les impide pensar a medio-largo plazo en el futuro de sus hijos e hijas (por cierto el lenguaje inclusivo les suele hacer transitar de la urticaria directamente a la diarrea mental), prole que en su etapa de adultez y vejez tendrá que lidiar con un planeta cuya sobreexplotación traerá como consecuencia cambios a los que la adaptación no será una opción, y además irá acompañada de sufrimiento y pérdida. 

Tengan penes o vaginas, y voten a quien voten, estos individuos tienden a presumir a boca llena de ser los más patriotas, las mejores madres, las mejores profesionales, los más amigos, los más igualitarios, las más progres, las únicas legítimas y con poder de legitimar y deslegitimar a quien se ponga por delante. Paralelamente, reproducirán con mayor o menor intensidad y “entrega patriarcal”, los mandatos y valores patriarcales. 

Me he vuelto loco y dejo algunas características más de estas excelentes gentes: 

  • Suelen tener a mano un “tonto” y/o una “culpable” a quien señalar, porque esa es una fórmula útil para sentirse “listísimas” y exentos de responsabilidad. 

  • Necesitan desacreditar a las personas que de algún modo se posicionan contra sus santos intereses, para lo cual no dudan en usar las peores artes. 

  • Olvidan (o no quieren ver) la diversidad que nos rodea, aún menos son capaces de vislumbrar la importancia de la interseccionalidad. Si esta diversidad les toca a “los suyos”, la gestionarán de dos formas muy distintas: o la ocultan (negación, evasión, armarios, etc.), o al contrario la pregonan en tono paternalista-buenista, de forma que lo rentabilicen a modo de prestigio social. 

  • Su concepto de comunidad termina donde lo hace su familia y grupo de amistades o gente engañada y/o manipulada defensora de sus intereses. Su conciencia no les da para entenderse dentro de una colectividad y comportarse a partir de valores como el respeto, el compromiso, la solidaridad o la empatía, mucho menos la igualdad, la equidad o la justicia, conceptos tan presentes en sus bocas, como ausentes en sus hechos. 

  • En todo conflicto se presentan como víctimas crónicas. Jefas, compañeros de trabajo, el sistema, los gobiernos y los dioses y diosas están contra ellas. Ésta es una característica en sí bastante contradictoria porque, aunque fomentan el individualismo como valor, cuando los tiros vienen mal dados, acusan y señalan todo lo que se menea fuera de sí mismos/as (esto a nivel macro se refleja muy bien en la privatización de lo que da dinero, para luego cargarlo al bolsillo de la ciudadanía cuando deja de ser negocio rentable, o estalla cual burbuja de una economía hiper-inteligente). 

  • Al entender la “buena vida” a partir del verbo “poseer”, Hacienda es el enemigo y tributar el demonio con cuernos y rabo. Los paraísos fiscales son al planeta como el agua al mar; la aporofobia es una invención progre de mierda, las brechas de desigualdad son “naturales”, así como la equidistancia en la corrupción del personal político. 

  • El mundo es algo rígido que paró de evolucionar en el momento en el que se cristalizaron las cuatro estrategias que les hacen funcionales. Puesto que no pretenden esforzarse en desarrollar habilidades adaptativas, someten a juicio crítico destructivo todo lo que implica cambio, dando a su zona de confort un irremediable tufo a pasado, tirando para rancio. 

  • Niegan la mayor, pasándose por el forro estudios, informes, estadísticas y las instituciones empeñadas en toda esa pseudociencia inútil cuyo significado es equivalente al que le dan a su Dios e iglesia, a saber: bautizos, comuniones, bodas…, y aquellos eventos religioso-culturales imprescindibles para mantener las formas en sus entendederas de “sociedad como Dios manda”. Por tanto la ciencia o está al servicio de sus intereses, o no está.

  • Trabajen donde trabajen contaminarán e intentarán normalizar la mala praxis laboral fomentando el victimismo y justificando lo peor de cualquier manera (robo de esparadrapos, de un litro de aceite o de millones (dependiendo de lo que se le ponga a cada uno a tiro, bloqueo del CGPJ, eléctricas, cloacas del estado, pin parental, acoso laboral o escolar, prevaricación, clientelismo, oligopolios encubiertos, ingeniería legal torticera…) 

Podría extenderme ad infinitum porque el tema da pie para mucho más, pero supongo que ya os habré aburrido lo bastante a quienes pacientemente habéis llegado hasta aquí. La “buena gente”, “la gente guapa”, “el hombre muy hombre”, “la mujer muy mujer” y “los pesados muy pesados” de este Santa Sanctorum patriarcal es lo que tenemos: tela de margen en un horizonte infinito y oscuro, abuelas no.