Hace poco me detuve en un artículo de Samuel Martínez (Infolibre), que despertó mi interés y menguó en algo mi supina ignorancia con respecto al arte. Aprendí que los grandes pintores se han replicado a lo largo de la historia, de ahí que el Adán y Eva de Tiziano (1550), tenga un fiel reflejo en el de Rubens (1629), que lo cambia un poco y lo rebautiza mandando a la divina pareja a un lugar paradisíaco: Adán y Eva en el paraíso terrenal; y yo me pregunto ¿paraíso de quién…?

A mi juicio estos pifostios artísticos constituyen un ejemplo de cómo los hombres abierta y orgullosamente nos replicamos e imitamos construyendo la narrativa donde, en el nombre de los poderes históricamente por nosotros ostentados, colocamos a las mujeres en lugares tan patéticos para ellas, como útiles para nuestro beneficio.

Si curioso es el mensaje rescatado del Génesis 30, 9 – 19, plasmado en las pinturas para explicar el origen de la organización social allende los tiempos, merece la pena detenerse en los elementos diferenciadores de ambos lienzos, entre otros, en el juego de miradas entre Adán y el amorcillo con rabo de serpiente (que por sí solo ya merece una tesis doctoral…), las pieles de ambos cuerpos y sus vergüenzas de mayor exposición en el cuerpo masculino que lo da todo; o el guacamayo Rubensino  que cuela a ambos artistas en el cuadro a modo de reivindicación de la orgullosa réplica realizada por el orgulloso discípulo barroco de la obra de su maestro renacentista.

Hasta aquí, incluso los elementos inanimados como el árbol y la manzana, o los simbólicos como la desnudez contrastada con las pocas hojas que tapan “el pecado original”, tienen un encaje activo y sólido ante la desorientación de Eva que, a pesar de rencarnar al mismitico mal, sostiene un gesto impulsivo y una mirada perdida propia de a quien se le atribuye menos seso que al guacamayo que pasaba por allí.

Pero el culebrón creador del Siglo de Oro Español acaba en triángulo con la perla que nos deja el devoto discípulo de Rubens, el maestro Velázquez, autor de Las hilanderas (1657). El lienzo enfrenta a dos hilanderas que discuten sobre quién teje mejor. El análisis minucioso y experto del cuadro (del todo ajeno a un servidor), señala como representación física del núcleo material del conflicto, la bovina de hilo que ocupa el centro de la obra. El hilo de la pugna dibuja el tapiz del fondo de Las hilanderas, donde aparece El rapto de Europa, otra copia Rubensina de la homónima obra de Tiziano inspirada a su vez, nada más y nada menos, que en su anterior Adán y Eva.

Cerrado este loco triángulo y para que no perdáis el hilo, recapitulo de atrás hacia adelante: Velázquez reivindica replicar a Rubens a través del tapiz de fondo de “Las Hilanderas”, respuesta abierta de Rubens de la obra mitológica de Tiziano, inspirada a su vez en la anterior religiosa de “Adán y Eva”, también replicada por su discípulo Rubens. ¡Tela…!

Por si no fuera poco este juego de más de un siglo de evolución técnico-pictórica e inmovilismo en el trasfondo de las relaciones tan iguales entre hombres, como desiguales con respecto a las mujeres, conviene aclarar que el mensaje del tapiz de fondo del cuadro de Velázquez, es de contenido político y guerrero, mientras que su forma es de inspiración mitológica, pues Zeus, convertido en un toro blanco engaña a Europa que, tonta ella, se acerca a él para caer en su trampa. Esto hace coincidir el mensaje del fondo del cuadro, con aquel de las protagonistas del mismo, ya que la discusión Velazquina entre ambas hilanderas supone una representación del mito de Aracne, mortal empoderada en su arte de hilar que reta a la diosa Palas, diosa de la habilidad y el arte.

Si seguimos tirando del Sálvame Deluxe mitológico, resulta que Palas Atenea era hija de Zeus, nacida de su frente completamente armada tras comerse a su madre Metis, y además de diosa del arte auténtico (tal y como la representaría Gustav Klint tres siglos después), era considerada diosa de la guerra, la civilización, sabiduría, estrategia en combate, de las ciencias y de la justicia. Con tantas responsabilidades, no me extraña que naciera adulta de la frente de su padre Zeus, por lo que, ¡Oh divina providencia!, aparezca en representaciones pictóricas, como la mencionada de Klint, con la cabeza paterna encajada en su armado cuerpo de mujer, lo cual puede que sea el principio del lobby trans tan en boca de las TERF hoy día…

Estas pajas mentales a través de los siglos, bien podrían entenderse como indicadores de cómo los varones imitamos referentes y estilos, arraigamos símbolos, afianzamos mensajes y lógicamente reproducimos actitudes, todo ello, claro está, procurando dejar a las mujeres a la altura de un rabo de serpiente, manzana envenenada, pelea de marujas, o alpargata, más común para la generación Z.

Podría seguir tirando del hilo de las hilanderas, pero se me va la olla, por lo que me quedo con una frase de las muchas que he leído en el seguimiento de la historia de estas obras de arte: “hay veces que lo esencial se esconde de nuestra vista, huye del primer plano y sólo cuando nos esforzamos en comprender lo que pasa al fondo llegaremos a la gran idea del cuadro”. Pues bien, los hombres necesitamos ejercicios mentales que nos hagan llegar a “la gran idea del cuadro”.

Por ello y para ello, yo invitaría a quienes habéis leído esta tesis de pacotilla y habéis recibido el divino don de la creación y el arte, que trabajéis en un lienzo Tiziniano-Rubensino-Velazquino, y lo tituléis en mi nombre (que no sé ni coger un lápiz), “El paraíso terrenal de Adán a costa de Eva”. Dicha obra será seguro digna de ser expuesta en un espacio de narración artística sobre masculinidades, aquel que se está cuajando paralelo al discurso académico y activista-social que tendrá lugar el próximo mes de Octubre en el MenEngage de Sevilla.

¡Y por favor chicos pintores! Os pido que venzáis la tentación de imitar masculinidades casposas y además colaros de un modo u otro en la propuesta artística. Me consta que cuesta, pero tenéis que comprender que un paraíso terrenal que in vino veritas también pertenezca a Eva, necesita de hombres, muy hombres, capaces de ser de otro modo, por ejemplo, callando y dando un paso atrás para permitir que el planeta dé uno hacia adelante.