Ciclos de seminarios sobre violencias machistas. Nos queremos vivas. 

Seminario 2 “Masculinidades: machismo es violencia”, y crítica.

Ministerio de Igualdad.

Reseña y crítica por José Alfaro

RESEÑA

Con la moderación de Jesús Generelo Lanaspa y la participación de Octavio Salazar Benitos, Miguel Lorente Acosta, Bakea Alonso Fernández de Avilés y Olmo Morales Albarrán, el pasado jueves 19 de noviembre tuvo lugar un seminario sobre masculinidades organizado por el Ministerio de Igualdad al objeto de alimentar sus futuras políticas. 

El seminario se organizó a partir de una pregunta general a la mesa, y una específica a cada miembro de la misma- A continuación presento los principales puntos tratados:

  • Aún hoy y a pesar de los avances, arrastramos un déficit mayúsculo en igualdad economía, política, jurídica, cultural y científica entre mujeres y hombres. El poder no es solo masculino, sino que también es masculinizador al obligar a las mujeres a reproducir modelos masculinos para alcanzarlo. El problema es el patriarcado y es de carácter estructural. Necesitamos cambiar, y es el feminismo el motor de cambio. Durante décadas se ha trabajado con las mujeres (parte oprimida) pero poco o nada se ha hecho con los hombres (parte opresora) que es la otra mitad de la población.

  • La Estrategia de Igualdad de Género 18 – 23 del Consejo de Europa nos invita a abrir líneas de trabajo dirigidas a hombres en la consecución de la igualdad y la lucha contra las violencias machistas. Esto está suficientemente avalado por las más importantes instancias internacionales (ONU, OMS, UE..) a través de numerosos encuentros que han dejado su legado desde Beijing a Estambul llegando la semana pasada a Urundu. No hay que pedirle permiso a nadie por trabajar desde los gobiernos contra las violencias machistas sino que es una obligación hacerlo. En España, el último Plan Estratégico Estatal con 212 acciones a desarrollar, solo dirigía a hombres 11, de las cuales solo 2 eran de carácter preventivo. Un reciente estudio sobre los artículos académicos que analizan la realidad de las violencias demuestra que las palabras “hombre” o “masculinidad”, no aparecen, hay por tanto todo un campo de estudios y análisis por hacer.

  • Interpelar a la mitad de la población masculina se presenta tan esencial como retador. Además de formación, se necesitan hombres referentes y comprometidos. Esto implica al sistema educativo en todas sus etapas, y a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, hemos de preguntarnos, si hay algún sector de la población que, con suficiente fuerza y perseverancia, exija esta implicación masculina, y esta nueva dirección de trabajo. Lo cierto es que, a pesar de los avances, los hombres no están en esa demanda. Además de las instancias internacionales ya mencionadas, son las mujeres quienes desde los feminismos piden esta participación masculina. El reto pasa pues, por generar consciencia y responsabilidad hacia el cambio en jóvenes y adultos varones. La reciente voluntad de acción gubernamental en esta línea de trabajo no puede, ni debe, reducir recursos en intervención hacia las mujeres, sí proporcionar recursos y estructura desde donde trabajar con los hombres. 

  • Aunque el enemigo de la desigualdad es el patriarcado, no los hombres, los machismos se nutren y apoyan mayormente por la acción o la omisión de los hombres con respecto a la igualdad. Por acción entendemos el incumplimiento de la ley en el uso de la violencia contra las mujeres así como el ejercicio de la desigualdad. Por omisión entendemos mirar para otro lado. Los machismos manipulan al resto de hombres silenciándolos. No basta con “no ser machista”, la implicación que se necesita supone cambiar nuestro entorno como hombres y desde otros modelos de masculinidad. 

  • Se presentan dos paradigmas de actuación distintos: uno “simétrico a la estructura de sexos”, que para la conquista de esas otras masculinidades igualitarias pone el foco en la “jaula del género” como principal causa, y la estrategia pedagógica en las ganancias a obtener para los hombres con la conquista de la igualdad. Con este ejercicio se fomenta el “yoismo, autocentrismo, narcisismo..,” características propias del hombre que está “encantado con esta lógica que lo convierte en víctima”. Además hasta hoy ha sido la lógica de actuación dominante y hay que romper con esto. La otra lógica, asimétrica a la estructura de sexos, coloca en el centro la salud de la mujer, señalando cómo los hombres continuamente proyectamos nuestros privilegios aprovechándonos del carácter de convivencia y cuidados de ellas. Estrategia pedagógica sería toda aquella que lance un “mensaje claro y directo” que mueva consciencias y dirija un cambio alejado del victimismo masculino.  

  • La crítica feroz que desde el sector más patriarcal se hace a una ley de igualdad demuestra que con ella, no solo se problematiza el marco jurídico, sino también el marco de relaciones, y la propia identidad masculina. Este triángulo formado por los vértices hombre, masculinidad, identidad, queda dibujado por la ira que el sector conservador abiertamente muestra. Bajo esta ira subyace el apoyo invisible que existe desde el conjunto de los hombres (por acción u omisión), a la perpetuación de dichas desigualdades y violencias. De ahí parte la actual crisis de identidad masculina. Los ataques que sufre el feminismo ocurren por ser el único agente social y político que evidencia la defensa de los intereses patriarcales cuya balanza de poder se ancla claramente en la mitad masculina.

  • Existe una gran dificultad para entender lo estructural y social del asunto por lo que educar sobre sexualidad, masculinidades, género…, “soltando chapas”, supone un trabajo inútil. Necesitamos “perchas” donde “colgar” esos discursos y no las tenemos a no ser que haya una interiorización de otros discursos paralelos tales como el ecologismo, el civismo, la ética, la ciudadanía. El contexto individualista que nos caracteriza como sociedad no ayuda. La brecha de consciencia igualitaria es alta y todo el ruido contra el feminismo tiene un efecto muy negativo en los chicos. 

  • Más que hablar de pérdidas o ganancias para uno u otro sexo, lo importante sería conseguir un pacto de convivencia que garantizara equidad e igualdad. A tal objeto se hace necesario crear una agenda masculina de actuación que nos permita trabajar sobre tres tipos de cambio: cambiar lo que entendemos como prioritario e importante, incluir en nuestra racionalidad todas esas dimensiones que han sido históricamente apartadas del modelo de masculinidad, y construir una justicia social que ponga una “vida buena” económicamente sostenible en el centro. Todo ello sobre la base de una ética laica, feminista y republicana por lo que pueda esto aportar al concepto de ciudadanía. Lo que no debemos hacer es reproducir el principio del “gato pardo”, produciendo cambios para que nada cambie.

CRÍTICA

Me preocupa el mensaje de la mesa que invita a romper con la mencionada lógica simétrica por lo que, a mi parecer, supone  limitar a un solo paradigma algo sumamente complejo y multifactorial, lo cual puede resultar hasta contraproducente. Veo contradicciones entre lo expuesto por los distintos miembros de la mesa que por un lado evidencian que no hay casi nada hecho en materia de intervención con hombres, y por otro se pretende “romper” con “todo lo que se ha hecho hasta ahora” porque parte de un “diagnóstico erróneo” y fomenta “el autocentrismo, narcisismo etc”. Tal tesis es casi apasionadamente presentada por Olmo Morales que insta al gobierno a no “invertir dinero” en la llamada lógica simétrica e invita a pensar dirijirnos hacia “el cambio ético de Susana Covas”.

Puesto que se menciona a Susana Covas merece destacar que en su discurso ella proporciona un matiz cualitativo a la palabra “cambio” al afirmar que “todos los cambios que no están legitimados en la subjetividad son muy difíciles de sostener”. Añade que este trabajo de sostenimiento es arduo en tanto que implica llegar al inconsciente del individuo, a la raíz de sus ideas, de sus percepciones, sentimientos… Me permito resaltar que Covas diferencia tres tipos de trabajo: académico, activista y de sostenimiento, y que ella trabaja exclusivamente con mujeres, recordemos, la parte oprimida. Si como se desprende del discurso de la mesa debe haber una interpelación al conjunto de los hombres (la parte opresora), cabe, en mi opinión, reflexionar sobre los siguientes planteamientos y hacerse algunas preguntas:

  • Si ese trabajo de sostenimiento que apunta Covas se presenta como “arduo” con las mujeres que, por su situación de opresión, tendrán una mejor disposición hacia dicho cambio, ¿cuánto más difícil será con los hombres cuya situación de privilegio les predispone a una lógica resistencia a cualquier tipo de cambio? 

  • La mesa deja claro que la interpelación a los hombres “no es una demanda masculina”, y lo que se pide, sí o sí, implica una pérdida para los hombres, por mucho que ésta sea en pro de una ética, principios y valores que por otro lado, y como expresa Bakea, “brillan por su ausencia” en un contexto dominado por el capitalismo liberal rampante, la globalización, las corruptelas, el descrédito de las instituciones y la desinformación a manos del poder mediático y las redes. “Actualmente, ni hombres ni mujeres estamos socialmente preparados para grandes compromisos”, dice Bakea y yo la creo. Por tanto, ¿en qué “perchas” vamos a colgar tales discursos? ¿Cuánto tiempo nos llevaría preparar ese terreno para que pueda darse ese “milagro”?

  • Olmo Morales resalta (y nadie en la mesa lo niega) el autocentrismo, narcisismo, exceso de victimismo, el egocentrismo etc, que caracteríza a los hombres en general, incluyendo a los que dicen “ser igualitarios”. Se nos sitúa en una “crisis de identidad” que genera frustración y nos hace sospechosos, “los nuevos masculinismos de siempre”. ¿No activa todo este “run-run” aquello que Susana Covas llama el “caballo de Troya del patriarcado”: LA CULPA? Solo que ahora en vez de dirigirla a las mujeres, la redirigimos hacia los hombres. 

  • Con todo, se nos anima a los hombres a encontrar un espacio de interlocución igualitario, una agenda propia. Teniendo en cuenta el contexto actual del “tablero de juego” ¿alguien cree que poner la judeocristiana culpa en la primera fila de juego vaya a funcionar como estrategia para sumarnos a la interlocución de un cambio en el que perdemos privilegios? Lorente dice que “necesitamos un nuevo tablero”, y yo digo que hasta que lo tengamos, ¿tendremos que jugar con lo que tenemos no? 

  • Señor Morales, esos “hombres igualitarios” que “hablamos de nuestras calvicies, nuestra sexualidad y nuestras paternidades”, actualmente sumamos “cuatro y el de la moto”. No sé si se ha percatado de que somos los que hacemos activismo social en la calle, en las redes, en las escuelas, en el tejido asociativo… Esto supone para nosotros una organización laboral y familiar algo apretada para además leer, formarnos, reunirnos, colaborar con nuestras compañeras y amigas feministas,  y ponernos delante de grupos de jóvenes y hombres normalmente frustrados y enfadados, algo que a menudo resulta muy poco gratificante. Si bien coincido con “la foto” que han hecho de gran parte de las masculinidades de nuestro país, no les compro el argumento del espejo que refleja los elementos negativos como única estrategia útil para convencer a nadie de ningún cambio, mucho menos de uno que pueda sostenerse generando una nueva ética social. En este sentido, he de felicitarle ya que comenzó su intervención diciendo que “esperaba incomodar a los hombres”, y conmigo lo ha conseguido. No sé si pretendía también desmotivarnos;  he de comunicarle que eso lo ha conseguido también.¡Gracias por su luz! 

  • Debido a que llevamos décadas trabajando exclusivamente con las mujeres, la brecha de consciencia igualitaria entre chicas, mujeres, chicos y hombres, supone una barrera nada fácil de salvar, que pone suficiente presión al enfado y rechazo masculino que, según la macroencuesta sobre la violencia contra las mujeres, en cuyas conclusiones participó Lorente, cada vez son más jóvenes los chicos que muestran agresividad y violencia contra las mujeres (y yo añado también contra otros hombres ¿cierto Jesús…?)

Efectivamente, no deja de sorprenderme que Jesús Generelo (a quien le ha “encantado todo lo que se ha dicho”), abra la mesa poniendo sobre ella, entre otras cosas, “la masculinidad que se le impuso como hombre gay”, algo que describe como “terrible e insoportable”, para añadir cómo el feminismo fue para él un motor “liberador” y revelador del daño que el patriarcado hace a las mujeres, y también a muchos hombres…”. Sin embargo, después en la mesa, de manera firme y apasionada, se pide esa ruptura con todo paradigma que ponga al hombre en el centro del espacio de atención desde las supuestas “ganancias” que nos reportaría la igualdad efectiva. ¿No es esto algo contradictorio? ¿En qué quedamos? ¿Ha sido Jesús egocéntrico o realista?

Estoy de acuerdo con la mesa en lo estructural del problema, en cómo el patriarcado se defiende como gato panza arriba, de cómo la inacción masculina sirve al mantenimiento de nuestros privilegios como hombres. De acuerdo también en el retrato que hacen de los modelos normativos de masculinidad, de que nos miramos excesivamente al ombligo y de que al igualitarismo masculino se acerca mucho paripé. ¿Pero vamos a tomar esa parte por el todo? 

Covas nos presenta las crisis como ventanas abiertas al acercamiento de los hombres hacia los postulados de los feminismos. Suma además como vía útil la conciencia comunitaria, el activismo y el compromiso social, así como las amigas, novias, madres que nos dan la mano para guiarnos. No obstante, el contexto es tan tóxico, el diagnóstico es tan grave, y el pronóstico tan poco halagüeño, que necesitamos abrir todas las ventanas posibles. Además de generar discursos paralelos útiles para “colgar perchas igualitarias”, necesitamos un discurso académico algo más positivo y constructivo, capaz de sumar amigos, novios, tíos, primos, profesores, maestros, jueces, médicos, periodistas, albañiles, padres y todo tipo de hombres dispuestos a invertir tiempo y energía en acompañar y guiar a otros a través de un camino que podamos transitar sin dolor, sin vergüenza, sin miedo, con dignidad. 

Lo siento, pero soy más del feminismo de Clara Serra que aboga por simultanear ambas lógicas que además no tienen por qué ser incompatibles. Mi experiencia como educador me impide creer en métodos que generen desconexión, porque quien no conecta, no educa, a lo sumo “suelta chapas”. Chapas que contribuyen al enfado de jóvenes y hombres refugiados en las fratrías masculinas acechadas por las estrategias populistas, muy bien posicionadas en el contexto actual en la pesca de ganancias a río revuelto. 

Jose Alfaro