MASCULINIDAD Y FRACASO
Como ya sabéis, ayer tuvo lugar la proyección de la segunda película seleccionada para este Ciclo de Cine, Nadie nos mira, de la directora argentina Julia Solomonoff. Y aquí venimos, como siempre, a haceros un pequeño resumen de cómo fue la sesión. No sin antes agradeceros, como siempre, la asistencia récord de 137 personas sin contarnos a quienes organizamos y colaboramos. Comenzamos:
Para entrar al tema, recordamos que la película aborda la historia de Nico, un actor treintañero que tuvo cierto éxito en una telenovela, con cuyo productor, Martín, mantiene una relación tóxica (Tiene una vida totalmente normativa, casado, con un hijo…). Esta situación le hace huir a Nueva York a buscar nuevas salidas profesionales que no le terminan de cuajar, teniendo que recurrir a otro tipo de labores para poder mantenerse económicamente en la ciudad y en sus mentiras.
La profesión que más peso adquiere a lo largo del film es como cuidador de Teo, el hijo de una amiga con quien establece un vínculo especial y de lo más real de su periodo en la ciudad, que compagina con otros trabajos y pequeños hurtos y estafas en comercios locales. Todo para mantener la apariencia de hombre exitoso ante su madre, sus amistades y su examante. Algo que lleva al personaje a una conmovedora y patética situación que pone de manifiesto la crisis de la masculinidad, la incomodidad y la presión de los mandatos y convencionalismos sociales encarnados en la piel de Nico y su alrededor.
En el debate, en el que hubo una gran participación, quedó reconocida una indecisión argumental de la película que hizo que parte de quienes asistieron, no consiguieran llegar al cuestionamiento que proponía su directora. Sin embargo, con cada intervención, se fueron desgranando ciertos aspectos que influían de una u otra manera sobre la masculinidad del protagonista. Por una parte, quedaba clara la falta de expresión de sentimientos cuya continencia le lleva a episodios violentos para con él y con quienes le rodean. La necesidad constante de demostrar su valía cara a la galería sin reconocerse a sí mismo su situación y permitirse ser vulnerable ante su desamparo, las humillaciones sufridas en algún casting e incluso la soledad en una contexto que no le es para nada acogedor. Entre otras cosas por su nivel de clasismo.
Se habló de las mujeres del film, en este caso presentadas como personajes muy poderosas a nivel social y laboral y de cómo construía Nico su relación con ellas. En ese aspecto se destacó el papel cuidador se su amiga y compañera de piso, la madre de Teo y la representante con la que trabaja más adelante, que son las encargadas de poner un poco de orden y límites a las actuaciones del protagonista. Algo más de puntillas, pasamos por el papel de Nico como migrante y de su relación otras mujeres migrantes con quienes establece una relación un poco más sincera en su etapa como cuidador. Sin embargo, lo que parecía que iba a tener mayor peso debido a los condicionantes de su procedencia en las pruebas para papeles concretos en los que era demasiado latino por su acento, pero no lo suficiente por apariencia, quedó en algo anecdótico al parecer del público.
Tras ponernos en contexto a nivel fílmico, una compañera aludía a la necesidad de tener en cuenta la participación en la película de grandes creadoras como Isabel Coixet o Lucía Murat, quienes en cierta manera, habían compartido vivencias en su profesión, muy en la línea de Nico. Lo que nos hizo pensar en la necesidad de contextualizar un poco la masculinidad del mismo, con intención de distinguir las exigencias masculinas dentro del mundo del cine y el teatro, que si bien son espacios más permisivos con otras masculinidades más disidentes, comparten realidad con una sociedad muy exigente en cuanto sus mandatos de género.
Sin embargo, hubo una coincidencia general en que el final está lleno de soluciones muy necesarias y convincentes que dotan de sentido al título del film, simbolizando la ruptura con su tradición masculina, de vuelta a su ciudad natal, al teatro donde impulsó su carrera y donde recupera la paz. Destacamos sobe todo el último momento de intimidad entre Nico y Martín, donde mientras uno alude al «Nadie nos mira», el otro decide dejar de mirarle para siempre y poner punto y final a toda relación.
En resumen, el desamor, la inmigración, la necesidad de reconocimiento y la frustración, son protagonistas de la crisis de masculinidad que vive Nico, creando a lo largo del film una máscara de desasosiego en el personaje que tras un final bastante abierto, pero con un planteamiento claro hacia el futuro, logra lanzar un mensaje esperanzador: Nunca es tarde para reencontrarse con uno mismo.
PD: Si nos olvidamos de algo, sentíos libres de dejarlo en comentarios. Gracias.
Muy interesante! Una pena que para pasar procesos de deconstrucción tengamos que activa la «tecla» crisis existencial, por los motivos que fueren. Ya que somos quienes lideramos el mundo, deberíamos ser más inteligentes (emocionales), y aprender a reinventarnos de manera saludable, y menos costosa.