VIVENCIAS Y REFLEXIONES SOBRE NUESTRA PROPIA PLUMA

Cogemos prestada esta imagen de la campaña #stopplumofobia realizada por el bufete creativo de López Rekarte y que cuenta con el respaldo de asociaciones como Apoyo Positivo. Campaña que podéis ver aquí si queréis empezar este texto con mayor motivación.

Empecemos por lo básico: ¿Qué es la plumofobia?

Se trata de un término para definir la discriminación que puede sufrir una persona con comportamientos que se salen de lo que se espera de su género. En nuestro caso, responde a una manera de discriminar a algunos hombres homosexuales, incluso dentro del propio colectivo LGBTIQ+. Por tanto, tiene mucho de homofobia interiorizada, motivada en su mayoría por prejuicios sociales, inevitablemente relacionado con las exigencias de la masculinidad tradicional. Recordemos que la masculinidad, es un constructo social que se construye por oposición a la feminidad, por lo tanto, lo femenino será automáticamente rechazado para poder demostrar que eres “un hombre de verdad”.

Tras un enriquecedor debate donde expusimos experiencias e hitos biográficos en torno a cómo nos ha ido atravesando la pluma directa e indirectamente, rescatamos momentos en los que hemos percibido la pluma como una amenaza a nuestra propia masculinidad y por supuesto, a nuestros privilegios y ventajas sobre otros géneros. A raíz de eso, se estableció un interesantísimo diálogo sobre cómo el miedo y/o el rechazo a la pluma, se gesta socialmente en el imaginario de los hombres y rechazamos, no solo a aquellas personas que transitan o viven su pluma, sino a nosotros mismos y nuestros propios comportamientos entendidos desde la misma. No obstante, y desde estas conversaciones, generamos espacios para poder entender y reflexionar acerca de nuestra propia plumofobia interiorizada en ciertos momentos de nuestras vidas. Y es que, aceptar la propia pluma requiere de mucha reflexión e introspección, además de mucha dedicación a veces, para naturalizarla y entender que es parte de nosotros.

Hay que recordar que el rechazo a la pluma, viene producido por una penalización social de lo femenino que, inevitablemente, nos obliga a romper con los prejuicios sociales para poder erradicar su discriminación. No obstante, la pluma es tolerada en determinados espacios y en determinadas personas, incluso en espacios bastante heteronormativos, aunque tolerada, no quiera decir respetada. Sino que, siempre que cumplan con una serie de requisitos gozarán del passing que, si bien les da cierta tranquilidad, no es más que un rechazo de su propia identidad. Al respecto, recordábamos el caso de Samuel y cómo, tristemente, el hecho de ser reconocidos como homosexuales, lo seamos o no, basta para ser diana de comentarios y agresiones que, en casos como el suyo, te arrebatan la vida simplemente por no ser o parecer quienes ellos consideran. Son este tipo de sucesos lo que nos lleva en muchas ocasiones a no querer tener pluma ni que se nos relacione con ella. Y eso implica coartar la libertad de otres. Sin olvidar que seguimos negando nuestra propia realidad identitaria.

Pero estas agresiones no son simplemente verbales o vienen a golpe de puño, sino que invaden terrenos como el laboral, donde la pluma es vista como símbolo de poca profesionalidad. Si demostrado está que las mujeres no tienen la misma promoción a puestos de poder, todo lo que implique un grado de masculinidad menor, no resulta extraño que sufra (a otro nivel), discriminación en estos espacios.

Insistimos en que, en la mayoría de los casos, nuestra plumofobia viene de la adolescencia donde, quien más y quien menos, había sido víctima del bullyng, precisamente motivado por la plumofobia, algo que directamente invalida tu heterosexualidad y te cataloga como maricón para los restos de tu niñez – adolescencia, como si no existiesen otras posibilidades. Sin embargo, tras el aporte de algunos compañeros, identificamos una serie de espacios comunes de divergencia, como son el teatro, la danza, la música, etc. Sobre todo, espacios más creativos donde parece vivirse un aurea de tolerancia a la diversidad. Quizá porque son espacios que permiten crear un lugar de convivencia más íntimo donde ser algo más que la marica de turno. Sin embargo, por nuestras experiencias individuales, fuera de esos espacios somos conscientes de haber reproducido en varias ocasiones actitudes homófobas, plumófobas y machistas, buscando la aceptación como método de defensa.

Hay un hecho que llama especialmente la atención y es que, en estos últimos años, todos coincidíamos en haber desarrollado cierta plumofobia que hemos traducido como “miedo a ser descubiertos” sobre todo cuando frecuentamos espacios no seguros (sobre todo quienes nos reconocemos en identidades no normativas). Mayormente en espacios reconocidos como masculinos o ante grupos de hombres que desprenden heteronormatividad a su paso. Esto sucede, según nuestras propias reflexiones, desde que aumentaron las agresiones homófobas en nuestro país, haciendo que desarrollemos temores e inseguridades que creíamos superadas.

Sin embargo, este debate es mucho más profundo, ya que la plumofobia o el deseo de pertenencia a ese gran grupo de la masculinidad más patriarcal, nos hace privarnos de mucha libertad de expresión. Sea al hablar, al bailar, al reír o al expresar, nos hemos sentido más de una vez coaccionados por no corporeizar la pluma. Esto nos ha llevado a muchos a un enfrentamiento entre la razón y la emoción. Mientras la razón acaba siempre traducida a correcciones genéricas puntuales y contribuyendo a una adaptación y evolución de la pluma para cumplir con los requisitos patriarcales, la emoción hace que muchos de nosotros vivamos la pluma y la defendamos como expresión y como forma de transitar nuestra propia identidad. Es decir, que para muchos, la pluma es política e implica un posicionamiento desde el que abordar ciertas incongruencias sociales.

Dicho esto, quedamos pendientes de abordar en profundidad otros temas que han salido a lo largo de nuestras reflexiones como la pluma y los grupos de seguridad, donde denotamos cierta tendencia a agruparnos. Espacios donde la masculinidad hegemónica tiene menos poder para perpetrar y violentar las identidades con pluma. E incluso la deseabilidad (o la falta de la misma) en las relaciones afectivo sexuales dentro y fuera del colectivo. Temas que sin duda, darán para mucho.

Si tienes algún tipo de vivencia con la plumofobia que quieras contarnos, déjanos tu comentario.