El pasado sábado 17 de Julio, en el marco de la II Escuela de Pensamiento Feminista de AMA en Asturias, Clara Serra y Josetxu Riviere formaron una explosiva mesa moderada por Germán Fernández titulada “Los hombres en el feminismo”. Fue tan inspirador escucharles que les compro sus ideas y las interpreto en este escrito al objeto de usarlo como trampolín de mensajes que, en mi opinión, debemos tener muy presentes en el activismo de las masculinidades feministas. 

De Clara me quedo sobre todo con que hay un feminismo que no solo está desaprovechando la oportunidad de capitalizar los malestares masculinos, sino que además, desde su discurso identitario está dándole cuerda a la derecha en su defensa del patriarcado. Clara explica hábilmente que los malestares masculinos no se deben solo a la cesión de espacio a las mujeres, como parte del pacto de igualdad. Existen también porque los hombres son OTRAS víctimas de esa dinámica patriarcal que les oprime y limita en su libertad. “Hemos de ser capaces de hacerles entender que no es el feminismo el causante de sus malestares, sino el patriarcado que defienden en aras de algo que ya jamás podrán tener”. Clara añade que un feminismo con los pies en la tierra y la mirada en el futuro debería saber aprovechar eso como una oportunidad para generar consciencia, y que estos hombres cansados, frustrados y enfadados, vuelquen su ira contra el sistema, en vez de contra las mujeres y el feminismo. 

Con ello, Clara estira y expande al “sujeto feminista” argumentando que no es coherente reducir el feminismo a las opresiones que viven las mujeres, al mismo tiempo que se demanda un feminismo transversal que “lo toque todo”. Además, aduce que defender como único sujeto del feminismo a quienes sin duda son las principales víctimas (mujeres con vagina o trans con patente de corso), olvidándonos de otros sujetos que pueden incluso ser víctimas y victimarios, se refuerza la actitud de esa izquierda progre que sigue contemplando al feminismo como una “cosa de mujeres”, pero que ”luego llegarán ellos a hacer políticas de verdad”.

Por estas razones son también sujetos del feminismo todos los hombres trans, maricas, gays, racializados, migrantes y todos aquellos cuya interseccionalidad voluntaria y/o involuntaria, supone causa de expulsión del paraíso de Adán a costa de Eva; además de los compañeros blancos cis-hetero que quedan desplazados fuera de los márgenes normativos por disidir del modelo hegemónico. El feminismo ha de centrifugar en torno a la idea de la libertad, y que esa fuerza centrífuga nos una a todos y todas, para juntas buscar fuerzas centrípetas que realmente transformen la sociedad. En definitiva un feminismo no excluyente que ponga el foco en tres niveles: estructura, valores colectivos y la propia subjetividad. 

Yo añado a favor de la unión de estos tres niveles, que además de sujetos de razón somos sujetos de emoción y de deseo. Somos animales sociales que vivimos aquí y ahora, constantemente recibiendo y proyectando ideas (poquitas), afectos (el mundo de las emociones está por descubrir) y deseos (que se lo digan al capitalismo rampante que avanza, nos guste o no…). Por tanto, un feminismo excesivamente basado en lo racional queda estupendo en determinados foros intelectuales y académicos al tiempo que se aleja de la realidad y empieza a formar parte del pasado, o del problema. Estamos cambiando y hay que cambiar o desaparecer.

Josetxu muestra en general su acuerdo con Clara y añade la necesidad de resetear a ese feminismo que sigue viendo útil la ”incomodidad productiva”. Diferencia muy hábilmente la necesidad de usar “idiomas distintos” según a qué públicos nos dirijamos, puesto que no todos los hombres tienen la misma responsabilidad. Añade que de hecho, muchas mujeres sustentan al patriarcado y reproducen sus prerrogativas adoptando modelos masculinos hegemónicos. Quizá por ello hablar de “los hombres beneficiarios del sistema”, no deja de ser un mal comienzo porque, en su opinión, el reproche no es útil a la consciencia, mientras que la culpa activa las estrategias de negación y rechazo.

Josetxu critica el concepto de “nuevas masculinidades”, porque le sugiere un modelo concreto al que llegar, lo cual vuelve a ser patriarcal y hegemónico. En su opinión, el dinamismo es una característica vital y universal y debemos saber sacarle partido. Por ello legitimar referentes diversos contribuirá a que todo el mundo se sienta cómodo en su piel. Un feminismo motivador necesita saber ligar la diversidad de los referentes a la desaparición de las desigualdades. 

Opina que las masculinidades son responsabilidad de todos y todas, del mismo modo que lo son las feminidades, ya que el marco de construcción de género se da en un contexto colectivo. El mayor reto hoy es averiguar cuáles son los mecanismos que reproducen ese marco limitante que supone la masculinidad. Argumenta que si los estudios y encuestas indican que todo el mundo está a favor de la igualdad, y el sistema social no cesa en reproducir jerarquías y desigualdades, es evidente que muchos hombres y “otros cuerpos no masculinos” actúan como peones en el mantenimiento de esa estructura limitante. El feminismo surge para combatirlo y por tanto ha de velar, ha de llegar, y ha de contar con todas, todos y todes, por ello él prefiere los grupos mixtos, mestizos y diversos.

Subraya Josetxu que la idea masculina del riesgo como trampolín hacia el éxito, ese modelo heroico y agotador que hoy en día siguen también tantas mujeres y que genera cabreo y malestar por imposible, sigue siendo el aplaudido por nuestra sociedad. Las claves están en las ideas y emociones ocultas detrás de ese espejo empañado. Conseguir desactivarlas es un reto del feminismo. Usa para explicarlo una metáfora ecológica: “…puede que reciclar sea un peñazo pero hace un planeta mejor…”. Para salir de la lógica del 50% hemos de poner los malestares de los hombres sobre la mesa y ubicarlos en el contexto actual como paso previo a la generación de una conciencia saludable y útil de colectividad.

Con respecto a posicionar hombres y feminismos, Josetxu expone que los hombres que apostamos por la igualdad y hemos llegado a ella por vías distintas, bebimos y bebemos de los preceptos de nuestras compañeras feministas y del recorrido histórico por ellas ya realizado. Nuestro marco sin duda es el feminismo, y por tanto somos hombres feministas. Habitar ese espacio desde los grupos de hombres es necesario, aunque podríamos prescindir del “buenismo” y el “mira qué majo”. En su opinión, no somos privilegiados pero hay que huir de un exceso de mirada al ombligo. 

En cuanto a la práctica del activismo, señala que un taller de dos horas en un curso, genera poca o ninguna consciencia por mucho que se conecte con el alumnado. Hay que concienciar al profesorado, para que desde sus materias practiquen la transversalidad de un feminismo masculino. Para ello piensa que el feminismo institucional se tiene que dirigir a los hombres, y nombra algunas experiencias como Jerez, Euskadi o Barcelona. Estas iniciativas y otras han contribuido a “ensanchar las avenidas cada vez más pobladas de sujetos feministas”. No obstante menciona el último informe del Injuve, que apunta que la mayoría de hombres está a favor de la igualdad pero no tanto del feminismo, lo cual indica un fracaso al explicar que el feminismo se debe a la igualdad, y para ello ha de dar todos los giros que sean necesarios. 

Clara recuerda que las corrientes feministas restrictivas y normativas, que ponen el foco en lo punitivo, y el eje en el miedo, han incomodado y expulsado también a muchas mujeres que “jamás volvieron a las asambleas”. Interpelar deseos, afectos e ideas de hombres libres, no culpables, ni silenciados, sin duda implica riesgos y no sirve al medallero de algunos hombres, pero contribuirá a que muchos otros sientan suya la causa feminista (que no el feminismo), y la defiendan no desde unas pasarelas de moda y lucimiento, sino para poner su trabajo y esfuerzo en aras de un feminismo no esencialista y transformador.