Datos para una deconstrucción

 

El pasado viernes 09 de octubre, el grupo de RHxI de Granada tuvo una nueva reunión para diseñar y organizar actuación a llevar a cabo durante el presente curso 20-21. Como siempre, después de abordar todos los puntos del orden del día, ya justos de tiempo, nos centramos en el momento de reflexión y debate sobre el tema previamente decidido, que en esta ocasión era la macroencuesta de violencia contra la mujer de 2019Estos son los aspectos sobre los que reflexionamos:

● La ampliación y mejora del documento de 2019 con respecto a su homólogo de 2015, integra indicadores como el stalking, y el tan polémico “piropo”, derroche de “masculinidad” ni pedido, ni deseado por las mujeres. Estas mejoras responden a exigencias supranacionales como el Convenio del Consejo de Europa de 2011 sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer, donde se explicita la necesidad de incluir más y mejores indicadores en este tipo de estudios realizados para profundizar en las entrañas de la violencia estructural contra las mujeres, a manos de hombres (según las abrumadoras cifras arrojadas por el propio estudio).

 ● El trabajo es muy completo y está muy bien presentado aunque nosotros echamos en falta que se incluyeran preguntas clave a los hombres para que las conclusiones nutrieran una agenda de políticas de intervención dirigida a esa población que, de facto, consciente o inconscientemente, ha violentado y/o agredido a una de cada dos mujeres residentes en nuestro país.

● En nuestra opinión se hace poco hincapié en la violencia simbólica, base de los micromachismos. Necesitamos arrojar luz sobre este tipo de violencia para mejorar la eficacia en la intervención preventiva y educativa.

● Nos llama también la atención la edad a la que parece ser común la exposición de las mujeres a la violencia machista, los 16 años. ¿Es temprana también la edad de los agresores?

● Nos sorprende que no se aborde el sufrimiento de la exposición a la violencia que experimentan l@s hij@s de las víctimas, sus padres y madres y sus familias en general.

● Tampoco se les pregunta a las mujeres sobre la violencia institucional que padecen con un sistema judicial masculinizado y poco preparado técnicamente en la temática, o la eterna infrarrepresentación femenina en las esferas de dirección y gestión, o la violencia de las redes, la producida por la pornografía… Menos aún se mencionan las violencias que viven mujeres lesbianas, mujeres trans, u hombres que transgreden de alguna forma el modelo masculino cis-hetero-normativo y hegemónico.

El déficit de pensamiento crítico y la falta de auto-cuestionamiento que padecemos los hombres, debe ser combatido por nosotros haciendo una lectura adecuada de los datos reflejados en este tipo de trabajos, y sus ausencias. Inmediatamente después es necesario un trabajo de deconstrucción que nos permita convertir el análisis en agenda política liberadora gradual de la toxicidad patriarcal y sus múltiples tipos de violencias.

Jose Alfaro